
La dislexia es una dificultad específica de aprendizaje de origen neurobiológico que afecta entre el cinco y el diez por ciento de la población. Lo más significativo de este problema son las dificultades para el reconocimiento de las palabras, lo que conlleva problemas de ortografía y descodificación del material escrito.
La base de la dislexia radica en una dificultad para procesar y discriminar los sonidos del lenguaje hablado, lo que se conoce como conciencia fonológica. Esta “conciencia” es básicamente la habilidad para comprender que el lenguaje se compone de múltiples sonidos, saber reconocerlos dentro de las palabras y transformar las letras en sus sonidos correspondientes.
Se ha descrito que la dislexia tiene un correlato neurobiológico. Por ello, los niños disléxicos tienden a tener menor activación en el área encargada del procesamiento fonológico en el hemisferio izquierdo del cerebro. Para compensar, aparece una mayor activación en la misma área del hemisferio derecho.
Tipos de dislexia: identificación y etapas
Según sea el inicio de la dislexia, podemos identificar dos tipos de la misma:
- Dislexia evolutiva. Es aquella que sucede sin causa identificada y que se presenta desde el inicio del aprendizaje de la lecto-escritura.
- Dislexia adquirida. Sucede como consecuencia de una lesión neurológica y da lugar a tres tipos de dislexia: dislexia fonológica, dislexia superficial y dislexia profunda.
¿Cuándo y cómo se puede detectar la dislexia evolutiva?
En la etapa preescolar suele aparecer como una dificultad para la adquisición de la conciencia fonológica, con dificultad para comprender que el lenguaje esta formado de sonidos, silabas y palabras. También hay dificultad para identificar los sonidos dentro de las palabras.
Más adelante, durante la etapa primaria (a los 7 u 8 años) se percibe cuando la dificultad ya es evidente y suele haber una brecha en el aprendizaje.
Por último, si se identifica durante la etapa secundaria, se trata de dislexias más leves, que en etapas anteriores no han sobrepasado el umbral para considerarse dislexia. Sin embargo, al adquirir una mayor exigencia curricular aparecen las dificultades en lectoescritura que afectan a casi todos los ámbitos y materias.
Generalmente, los niños con dislexia no suelen tener dificultades en otras áreas del aprendizaje. La capacidad intelectual se encuentra preservada y no suele haber otra causa que explique el retraso en la lectoescritura. Son niños que cursan los primeros cursos de escolaridad sin dificultades aparentes, pero que cuando se inician el aprendizaje de la lectura y la escritura, comienzan a tener grandes dificultades para seguir el ritmo y alcanzar los objetivos curriculares. Esto hace que vivan el proceso de aprendizaje de la lectura con mucha frustración, al no comprender el motivo de sus problemas y aparezca un rechazo hacia el estudio que, si no se aborda adecuadamente, puede conllevar un fracaso escolar.
Tratamiento para la dislexia
Como para todas las patologías, lo mejor es dar con el mejor profesional especializado para corregir y ayudar a la persona con dificultades. El tratamiento de la dislexia se realiza con el apoyo de un logopeda que trabaje para mejorar la adquisición de la conciencia fonológica en casos tempranos. Igualmente, estos profesionales ayudarán en el desarrollo de la comprensión y velocidad lectoras en etapas escolares más avanzadas.
La implantación de tratamientos precoces, incluso antes de la adquisición de la lectoescritura, puede prevenir que la brecha en el aprendizaje sea cada vez más evidente. Por este motivo es muy importante que, desde la etapa de educación infantil, se detecten signos precoces que pudieran evolucionar a una dislexia grave.
Desde casa, en etapas tempranas se puede trabajar a través del juego para favorecer el reconocimiento de los sonidos dentro de las palabras. Juegos como el veo-veo, palabras encadenadas, encontrar una letra dentro de la palabra…, son todas actividades que favorecen la conciencia fonológica.
Otra clave en el tratamiento o mejora de la dislexia es el rol de los padres en el aprendizaje de sus hijos. Por ello, no deben corregirles cuando leen, sino más bien inculcarles la motivación por la lectura (así como por la perseverancia) y transmitirles la magia de leer para disfrutar también de experiencias reconfortantes. Ejemplo de ello son las actividades de cuentacuentos, la lectura de historias en casas, la teatralización de los cuentos o las excursiones a la biblioteca. Nada sobra en la práctica y la costumbre de la lectura, que irá siendo más sencilla y gratificante cada día.

Sobre el autor
María Laorden
Neuropsicóloga del Equipo Clínico de ATAM