La necesidad de ingerir alimentos forma parte del funcionamiento biológico de todo ser vivo. La nutrición en los humanos es una función vital que permite aportar los elementos que se van a convertir en energía que facilite todos los procesos vitales. Existen, sin embargo, situaciones en las que el individuo no come por necesidad física, sino más bien por cuestiones psicológicas y emocionales. A esta conducta se la conoce como confort eating y puede estar producida por la denominada hambre emocional.
El hambre emocional se puede identificar en las siguientes situaciones:
- La persona pierde el control ante ciertas comidas.
- La urgencia de comer está relacionada con determinadas emociones.
- Existe una urgencia para comer que no está relacionada con hambre física.
- La comida se usa como “calmante” ante determinadas situaciones estresantes.
En particular, la ingesta de alimentos hipercalóricos y comida basura, (hamburguesas, pizzas, patatas fritas, batidos) hace que la persona ingiera un exceso de calorías, lo que origina que se sienta mal emocionalmente y en ocasiones incluso físicamente. Por eso es imprescindible conocer los por qué y también entender bien cómo debemos alimentarnos.
Causas del hambre emocional
La figura anterior muestra un modelo explicativo donde se identifican los factores moduladores que interacción con las emociones y la conducta alimentaria. Los factores como el estilo de alimentación, el estatus del paciente, el nivel socioeconómico, el acceso a comida y tipo de comida modulan la relación emociones- conducta alimentaria.
A veces puede resultar difícil identificar exactamente lo que está ocurriendo en la interfase pensamientos/ emociones hambre, lo que dificulta poder actuar preventivamente contra las conductas impulsivas como los atracones.
Estas preguntas pueden ayudar a clarificar qué está ocurriendo en mi interior:
- ¿Tengo hambre?
- ¿Realmente necesito más comida en mi estómago?
- Si no estoy hambriento, ¿qué es lo que está provocando que quiera comer?
- ¿Cómo me siento ahora que he identificado esta situación?
Soluciones para el hambre emocional
Lo primero es necesario ser consciente de que el problema existe e identificar las posibles causas. Si el problema nos supera hay que intervenir y debe buscarse lo antes posible ayuda profesional, que puede incluir un nutricionista además de ayuda psicológica.
La terapia cognitiva – conductual puede contribuir también a mejorar y a entender la correlación entre sentimientos y comida, ayudando a controlar la conducta impulsiva que puede dar lugar a atracones y/o conductas de restricción calórica.
Todas las edades y las situaciones son susceptibles de afectar al apetito. El hambre emocional nace de una insatisfacción y hay que tener especial cuidado en las personas más vulnerables, desde los niños y adolescentes a las personas mayores y/o con discapacidad, para evitar que este “síntoma” acabe en problemas importantes que afecten a la salud.
Sobre el autor
Dr. José Antonio García
Psiquiatra del Equipo Clínico de ATAM