Los problemas de ansiedad en la infancia y la adolescencia son difíciles de detectar, pero un abordaje adecuado minimiza sus consecuencias.
La ansiedad puede llegar a tener un importante impacto en todas las esferas de la vida, limitando la adaptación personal, familiar y social de los niños.
El desarrollo de los trastornos de la ansiedad involucra una compleja interrelación entre lo biológico, lo psicológico y el entorno. Suelen ser trastornos infradiagnosticados, ya que muchas veces, sus síntomas pueden pasar desapercibidos al confundirlos con temores considerados normales durante el desarrollo.
Existen algunos factores de riesgo como: la exposición continúa a estrés moderado (recibir constantes burlas, conflictos familiares o eventos traumáticos), la sobreprotección paternal o la personalidad del niño; (los más tímidos tienden a manifestar miedo a las experiencias novedosas), pueden tener una mayor tendencia a sufrir ansiedad.
Un niño con un alto grado de recursos personales, con una buena red de apoyo social y familiar, cuenta con herramientas protectoras suficientes para enfrentarse y superar las situaciones adversas de su vida cotidiana.
¿Qué es la ansiedad?
La ansiedad es una respuesta adaptativa que se presenta ante un peligro y que tiene como objetivo preparar el cuerpo para superar dicha situación. La ansiedad en sí misma, nos ayuda a superar situaciones que de otra manera sería imposible afrontarlas. Ejemplo de ello, es salir corriendo de un peligro inminente o incluso preparar un examen cuando está próximo.
La ansiedad supone un problema cuando se vuelve patológica, es decir, cuando la intensidad, duración y frecuencia de ésta aparece de manera exagerada en relación al estímulo o situación que dio origen o, incluso, en ausencia de éste.
¿Es la ansiedad es un trastorno muy frecuente hoy en día?
La ansiedad se ha convertido en una de las enfermedades con mayor incidencia en la población mundial. Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) casi un 10% de la población mundial tiene ansiedad y según los pronósticos estas cifras van en aumento, ya que su incidencia se ha incrementado en un 50% en los últimos diez años.
¿De dónde surge la ansiedad infantil?
Los niños viven en un mundo de adultos, donde tienen sus ocho horas de colegio y las clases extraescolares. Unido a todas estas actividades tenemos las tareas escolares diarias y la presión por sacar buenas notas.
Si unimos todos estos factores tenemos un conjunto de elementos estresores que si no se manejan adecuadamente van afectando a nuestra salud emocional.
¿Es cada vez más frecuente la ansiedad en adolescentes?
La ansiedad es la primera causa de consulta en las unidades de psiquiatría en adolescentes, superando a la depresión y problemas de conducta. Las causas pueden ser muy diversas, desde el nivel socioeconómico, hasta adicciones.
El estilo de vida occidental actual demanda un ritmo frenético, que crea necesidades como la de acceder a nuestros deseos inmediatamente o atender a múltiples estímulos simultáneamente. Cuando repetidamente una situación no ocurre como esperábamos, se produce un estado de anticipación, malestar e inquietud.
En los adolescentes, esto se potencia, ya que unido a lo mencionado, aparecen los cambios típicos de esta etapa evolutiva. Por lo que es necesario, potenciar una inteligencia emocional adecuada, con estrategias de afrontamiento óptimas, unidas al desarrollo de las habilidades sociales.
¿Cómo reconocer que mis hijos puedan estar sufriendo ansiedad?
Para detectar estos problemas en la infancia y adolescencia, tenemos que observar si aparece algún cambio significativo en el comportamiento. Los síntomas pueden ser muy variados, pero entre los más comunes podemos encontrarnos: mayor nerviosismo o inquietud, sudoración excesiva, dolor de estómago, insomnio, preocupaciones excesivas, problemas de autoestima, aislamiento social, descontrol emocional, aumento o disminución del apetito, tensión muscular, tics nerviosos o incluso, mareos debido a la tensión acumulada.
¿Puede la ansiedad derivar en un trastorno depresivo?
La ansiedad aparece como señal de que algo no funciona bien tanto a nivel biológico, social, familiar, emocional y/o laboral. Debemos entenderlo como una señal clara de agotamiento o de saturación, pero si no somos conscientes de la situación, y no ponemos solución, el problema puede persistir en el tiempo o cronificarse y puede dar paso a un trastorno depresivo. Si trabajamos en una detección precoz, y conseguimos cambiar hábitos que nos están perjudicando, se puede invertir esta tendencia, consiguiendo una pronta y efectiva recuperación.
¿Cómo podemos prevenir, combatir o disminuir la ansiedad?
Como en todas las patologías, la prevención es fundamental para evitar sufrir una enfermedad. En el caso de la ansiedad tenemos que cambiar hábitos de la vida diaria. Por ejemplo, la realización de ejercicio físico moderado de manera periódica, dormir mínimo 8 horas, tener periodos de descanso o desconexión con la rutina y seguir una dieta variada, son medidas protectoras de la ansiedad.
A nivel psicológico, tenemos que aprender a enfrentarnos activamente a los problemas que puedan surgir, tomar decisiones siguiendo una manera lógica y decidida, sin estar continuamente analizando el problema y las soluciones.
Y con los más pequeños podemos: Compartir momentos agradables con ellos, hacerles partícipes de algunas decisiones, dejar que se desarrollen a su ritmo, practicar actividades de ocio y/o deportivas en familia o practicar técnicas de relajación.
Sobre el autor
Miguel Ángel Blázquez
Psicólogo del Equipo Clínico de Atam