Autocuidado: ¿cómo me trato cuando me necesito?

EQUIPO CLÍNICO DE ATAM

Cuando tenemos a alguien en nuestro entorno cercano que pasa por una situación dolorosa o se encuentra con un bloqueo emocional, solemos intentar adoptar una actitud de cuidado hacia esta persona. Tenemos la intención de elegir cuidadosamente las palabras que decimos para ofrecer compasión, acompañar y dar un espacio de seguridad que le permita sentirse mejor, evitando generar un daño y tal vez conseguir que con nuestro apoyo pueda tener algo de energía para seguir desarrollándose y favoreciendo su bienestar emocional y personal.

Esta actitud de cuidado, que muestra el cariño que tenemos hacia esta persona, no siempre la usamos con nosotros mismos y muchas veces, esta negligencia en cuidarnos y una actitud demasiado crítica, es lo que nos lleva a un mayor malestar emocional.

Es interesante hacer el ejercicio de darnos cuenta de cómo nos tratamos a nosotros mismos y cómo nos cuidamos cuando nos necesitamos. Ante una situación de fracaso o cuando nos asalta un sentimiento de inseguridad o miedo, ¿qué nos solemos decir? ¿nos apoyamos? En nuestro lenguaje interno, ¿somos amables con nosotros mismos? O, por el contrario, tendemos más a machacarnos, a no permitirnos estar mal e incluso a insultarnos diciéndonos cosas del tipo de: “qué tonto eres, siempre estás igual, nunca haces nada bien”.

 

Lenguaje para el autocuidado

 

Piensa si este lenguaje interno es el que usarías con tu amiga o familiar, ¿le ayudaría?

Y reflexiona entonces si este lenguaje que usas contigo mismo es el que te ayuda. Normalmente cuando nos hablamos así a nosotros mismos no conseguimos encontrar la calma y la seguridad que tal vez necesitamos para afrontar el desafío que tengamos delante en ese momento. Esta forma de hablarnos es lo que hace que crezca esa sensación de ineptitud o fracaso, nos agita más y en muchas ocasiones nos paraliza.

Sin embargo, una actitud de compasión, de comprensión y autocuidado hacia nosotros mismos puede ayudarnos a movilizar los recursos que necesitamos, igual que intentamos hacerlo con nuestro amigo. De tal forma que en vez de llevarnos a la paralización o al bloqueo podamos buscar un espacio donde permitirnos el fallo, comprender que podemos tener un proceso de mejora, que es algo lícito. Así crearemos un entorno que nos movilice a enfrentar estos desafíos del día a día.

Si en este proceso de reflexión, te das cuenta de que tu lenguaje interno no te ayuda, te invito a probar esta fórmula de ser más compasivo contigo mismo. Aunque al principio te suene falso, intenta apoyarte en los momentos difíciles sustituyendo lo que te dices por un: Hago lo que puedo, puedo sentir esto que siento, poco a poco iré solucionándolo, puedo llevar esta situación, puedo aprender a cuidarme… Nuestro cerebro funciona por hábitos y repetición, cuanto más usemos esta forma de hablarlos, más natural y espontáneamente irá saliendo. De tal forma que seamos impulsores de nuestro bienestar y dejemos de ser nuestro mayor enemigo.

El autocuidado no solo comprende la forma de hablarnos, sino que también se trata de hacer aquello que nos viene bien, que nos hace sentir a gusto y que nos permite evolucionar en la línea que nos gustaría. Las acciones, las conductas, lo que veo, con quién me relaciono son formas de cuidarme y que permiten que tenga un adecuado bienestar psicológico y emocional.

En este aprender a cuidarme puedo trabajar en tener una actitud comprensiva conmigo mismo, tanto de lo positivo como de aquello que considero negativo. Puedo aprender a diferenciar la persona que soy de los actos que realizo. Esto me permite el cambio y puedo trabajar en desarrollar actividades de autocuidado que me aporten beneficios, crecimiento y valor.

 

Cuidarse viene de cuidar, cuidar viene de querer. El que es querido aprende a quererse. El que aprende a quererse, aprende a cuidarse. Arun Mansukhani

Sobre el autor

María Laorden

Neuropsicóloga del Equipo Clínico de ATAM

© Atam para el Apoyo Familiar 2020