Cómo prevenir el ojo vago o ambliopía

EQUIPO CLÍNICO DE ATAM

El desarrollo visual, como el resto de nuestras capacidades (el habla, la habilidad psicomotriz…) requiere un lento aprendizaje que se lleva a cabo desde el momento del nacimiento hasta los 9 o 10 años. Es imprescindible para ello que exista una integridad en la vía óptica, ya que cualquier anomalía en uno o ambos ojos tendrá como consecuencia una limitación de nuestra capacidad visual en el futuro.

Existen numerosas causas que pueden limitar nuestro desarrollo visual. Por ejemplo, cataratas congénitas, cualquier tipo de lesión cerebral pre o postnatal, y muchas otras. Pero, la causa más frecuente, con diferencia, es la anisometropía o diferencia significativa entre la graduación de un ojo y el otro desde el nacimiento.

Nuestro cerebro detecta rápidamente cuál es el ojo con el que ve fácilmente y cuál es el que le manda una imagen borrosa. En consecuencia tomará partido por el ojo mejor y anulará la visión del peor. En ocasiones, los dos ojos tienen un defecto parecido, pero a pesar de ello puede desarrollarse mejor la visión en el que tenga menos dioptrías. En algunos casos, la falta de fijación de uno de los ojos puede asociarse a estrabismo.

Al contrario de lo que pueda pensarse, la aparición de estrabismo o desviación de uno de los ojos, no siempre es mala. Puesto que es algo muy notorio, por regla general hace que los padres acudan con su hijo al oftalmólogo en cuanto lo detectan. En el caso de no existir estrabismo, la diferencia de visión suele detectarse en un examen visual rutinario sin sintomatología previa.

Durante el periodo de aprendizaje visual del niño podemos actuar corrigiendo los problemas de refracción mediante gafas. Así permitimos a nuestro cerebro aprender a ver por ambos ojos de forma semejante. A veces requiere también utilizar oclusión con parches para anular la visión del ojo dominante durante unas horas al día, y así estimular la del ojo afecto o “vago”. Cuanto más precoz sea el diagnóstico y por tanto el tratamiento, más fácil y rápida será la rehabilitación visual. Si la causa de la ambliopía es una opacidad de medios, esta deberá corregirse cuanto antes. Es lo que ocurre en el caso de las cataratas congénitas, que deben ser intervenidas en los primeros meses de vida.

 

Niños: diagnóstico precoz para evitar el ojo vago

 

Por ello, existe cada vez más colaboración entre los oftalmólogos infantiles y los pediatras, puesto que son quienes orientan a los padres sobre las revisiones que deben realizar a sus hijos a cada edad. Se estima que la primera revisión del niño sano debería realizarse en torno a los 4 años. A esta edad los niños están capacitados para ser evaluados de la misma forma que un adulto, con optotipos adaptados a su edad.

En los niños con ambliopía con o sin estrabismo, suele verse afectada la estereopsis o capacidad de visión tridimensional. Esta facultad de nuestra visión se desarrolla durante las primeras etapas de la vida. Precisa de una correcta alineación de los dos ojos, así como de simetría en la visión de ambos. Es fácilmente detectable también en las dificultades que muestra el niño al leer o coger libros o pantallas. La mayoría de las personas que tienen o tuvieron un ojo vago no tienen estereopsis o la tienen en un grado muy bajo. No suele limitar su desarrollo laboral exceptuando determinadas profesiones en las que sí se exige que esté presente (pilotos, militares, etc.)

 

Revisiones a de los 4 años

 

En aquellos casos en los que los padres o el pediatra detecten un problema más precozmente (estrabismo, catarata, retraso psicomotor, tortícolis), deberá realizarse el examen oftalmológico lo antes posible, independientemente de la edad del niño.

En países desarrollados como el nuestro no deberíamos diagnosticar problemas de visión por encima de los 10 años y no poder ofrecer una solución para ello. Por tanto, es necesario concienciar a la población sobre la prevención y el diagnóstico precoz, realizando algo tan sencillo como una revisión oftalmológica a todos los niños alrededor de los 4 años. En función de los resultados de esta primera revisión, el oftalmólogo aconsejará cuándo debe realizarse el siguiente examen.

Si el pequeño precisa gafas y, sobre todo, oclusión con parches determinadas horas del día, lo normal es que se le revise con frecuencia. Sería deseable al menos cada tres meses para ver de qué manera progresa su visión y valorar así la eficacia de las oclusiones. En la mayoría de los casos, la mejoría es muy rápida, pero es frecuente que haya que repetir la pauta de vez en cuando, sobre todo tras el verano, dado que el uso de la gafa suele relajarse.

En caso de no encontrarse una patología visual, la siguiente revisión puede programarse en dos años. Si precisan gafas pero no existe ambliopía, la revisión deberá ser, como mínimo, anual.

 

 

 

Sobre el autor

Dra. Teresa Gómez

Oftalmóloga de Equipo Clínico de ATAM

© Atam para el Apoyo Familiar 2020