¿Eres frágil? Consejos para mejorar nuestra autonomía

EQUIPO CLÍNICO DE ATAM

En muchas mudanzas algunas cajas se marcan con la etiqueta frágil para alertar de que son sensibles a los golpes. De hecho, a la mayoría de las personas el término fragilidad les hace pensar en algo que se puede deteriorar o romper fácilmente.

Con algunas personas pasa algo parecido. Son frágiles. Mejor que no reciban ningún golpe (ni real, ni tampoco figurado). Desde el punto de vista médico se define a la persona frágil como aquella que tiene una disminución en sus reservas fisiológicas y presenta por tanto una elevada vulnerabilidad a estresores de baja intensidad. Por ejemplo, un estresor de baja intensidad podría ser una diarrea, una gripe, un problema de nutrición, un efecto secundario de una medicación o un cambio de entorno.

Un problema que en la mayoría de los casos se podría resolver sin grandes complicaciones, fuerza al cuerpo más allá de sus posibilidades. Esto pone de manifiesto una disminución de la capacidad de adaptación del organismo. Así, el hecho de no podernos adaptar se traduce en una mayor probabilidad de presentar deterioro funcional, discapacidad, dependencia, eventos adversos de salud (ingresos hospitalarios), institucionalización y muerte.

 

Fragilidad y sarcopenia

Esta situación es el resultado de la alteración en varios sistemas que funcionan de forma interrelacionada. Estos son el nervioso, endocrino, inmune, y músculo-esquelético. Su principal factor de riesgo es la inactividad. En muchas ocasiones la consecuencia final, la manifestación del desequilibrio de estos sistemas, se expresa como sarcopenia.

La sarcopenia es el declive en la masa, fuerza y función muscular. Este declive es progresivo. En las fases más avanzadas se encuentran las personas que ya ha perdido fuerza o la capacidad de hacer algunas funciones usando sus músculos. En las fases iniciales se identifica en aquellos que ya han empezado a perder masa muscular, aunque todavía su fuerza y el desempeño de sus actividades habituales no se haya visto especialmente afectado.

 

Detección de la fragilidad

Un aspecto muy relevante de la fragilidad es que es un concepto que se centra en la funcionalidad. Es decir, evalúa la capacidad de realizar una serie de funciones más que centrarse en el diagnóstico de patologías. Aunque en muchas ocasiones el hecho de padecer varias patologías y la fragilidad van de la mano, esto no tiene por qué ocurrir necesariamente. Una persona puede ser frágil sin tener patologías relevantes que le estén produciendo grandes limitaciones.

La fragilidad sería un estado de limitación funcional incipiente. Y la detección de las personas frágiles es importante, porque esta situación es potencialmente reversible, o como mínimo modulable. Por ello, actuar con rapidez evitará la progresión hacia la discapacidad. Hay diferentes formas de detección. Las que se utilizan más habitualmente exploran diferentes capacidades o aspectos relacionados con la sarcopenia. Por ejemplo, la velocidad de la marcha, la capacidad de levantarse de una silla, el equilibrio, la fuerza, la fatiga, resistencia o la pérdida de peso, entre otros.

 

Consejos para luchar contra la fragilidad

Se pueden hacer algunas intervenciones para frenar el riesgo de progresión de la fragilidad. Desde supervisar la dieta para asegurar un adecuado estado nutricional, a valorar la medicación para evitar efectos secundarios innecesarios. Pero con los conocimientos actuales, la medida fundamental, la joya de la corona, es la realización de actividad física que incluya ejercicios no sólo de resistencia (caminar, bicicleta estática, nadar…) sino también de fuerza y equilibrio.

Nuestro cuerpo se ha configurado a lo largo de la evolución para permitirnos mantener niveles elevados de actividad. La hemos necesitado para cazar, para cultivar, en definitiva, para sobrevivir a lo largo de buena parte de nuestra historia. De haber nacido antes de la revolución industrial nuestra esperanza de vida habría sido como mucho de 40 años. No nos habría dado tiempo a sentir esa fragilidad derivada del envejecimiento. Lo más probable es que hubiéramos muerto por culpa de alguna enfermedad infecciosa, pero no hubiésemos tenido el riesgo de ser tan poco activos de forma tan generalizada como lo tenemos a día de hoy.

Pese a lo que dice buena parte de la publicidad, cualquier cosa que nos haga estar más cómodos no tiene por qué ser necesariamente buena para nosotros. A pesar de los cambios sociales y culturales, el nivel de actividad sigue siendo tan importante como lo ha sido siempre. Un factor clave en la configuración de nuestra condición física y el factor más relevante a la hora de modificar nuestro grado de fragilidad.

Sobre el autor

Dr. Juan Luis Aramburu

Médico de familia del Equipo Clínico de ATAM

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