“Que no te compares con tu hermano”; “Que mi amigo lo tiene muy controlado y come de todo”. Algunas personas se extrañan de por qué presentando niveles de colesterol parecidos a los de otras, a ellos se les recomienda tomar medicación y a sus conocidos no.
Cuando nos dan los resultados de un análisis solemos ir a mirar los asteriscos que indican que algún resultado se aparta de los valores normales. Pero esos valores pueden interpretarse de modo diferente dependiendo de cada persona.
Supongamos que el analizador señala con un asterisco cuando una persona tiene un valor de colesterol total mayor de 200. Las personas que tengan valores de colesterol de 201-202 en principio tendrán un problema con el colesterol. ¿Y las que tienen valores de 198-199, no lo tendrán?
Parece lógico pensar que el que tiene un colesterol de 201, presentará un riesgo cardiovascular parecido al que lo tiene de 199, por mucho que este último no tenga asterisco en su analítica. También parece lógico suponer que otra persona con un valor de colesterol total de 300 y un asterisco igual que el de 201, tendrán riesgos cardiovasculares diferentes.
Colesterol: valores similares, personas distintas
Esta forma de mirar las cosas podría valer si todas las personas fuésemos iguales; pero somos diferentes. Y tener un parecido nivel de colesterol no implica tener un mismo nivel de riesgo cardiovascular. Ese nivel va a depender, en primer lugar, de la presencia de determinadas patologías (diabetes, enfermedad renal crónica), o antecedentes (haber padecido ya algún infarto, o un ictus).
Si no se dan este tipo de antecedentes, factores como la edad, sexo, el hecho de fumar o no, o los valores de tensión arterial modifican el riesgo que confiere un nivel dado de colesterol. Además de estos factores, se conocen otros muchos, que modifican el riesgo de padecer enfermedades coronarias. Por ejemplo, padecer privaciones sociales, la obesidad, la inactividad física, el estrés psicosocial, la presencia de antecedentes familiares, o de determinadas enfermedades o resultados de pruebas complementarias.
Colesterol bueno y colesterol malo
La mayoría de la gente ha oído hablar del colesterol bueno y el malo. El colesterol bueno (HDL), es el que se encarga de transportar el colesterol que se encuentra en nuestras arterias hasta el hígado para que lo elimine de nuestro organismo con la bilis.
Tanto el malo (LDL) como el bueno (HDL) son lipoproteínas. Las lipoproteínas tienen un componente proteico denominado apolipoproteína. Cuando este componente tiene un diámetro pequeño, atraviesa la pared de las arterias y se queda atrapada. Y sobre este componente retenido se pone en marcha un proceso de sedimentación de más lipoproteínas que concluye con la formación de una placa de ateroma. Cuando esta placa alcanza un punto crítico se puede producir su rotura y se forma un trombo que obstruye el flujo sanguíneo pudiendo causar patología (angina, infarto cardiaco, ictus…). Este mecanismo es la base para la recomendación de hábitos de vida saludables, que permitan mantener una concentración baja de apolipoproteína B y retrasar la progresión de la aterosclerosis.
Los niveles de colesterol malo (colesterol LDL) son los que suelen guiar las decisiones para la atención médica, aunque otros valores del análisis (colesterol HDL, triglicéridos, colesterol no HDL, apolipoproteína B), ayudan a tomar esas decisiones con más precisión.
Ejercicio y dieta
El ejercicio físico de intensidad moderada al menos 30 minutos al día, la pérdida de peso en casos de sobrepeso, y las modificaciones dietéticas deberían ser parte del tratamiento en todos los casos. En muchos de ellos, con esto bastará para asegurar que el nivel no es de riesgo. En otros, en cambio, se requerirán tratamientos farmacológicos a largo plazo.
Intentar que las grasas que tomemos sean lo más saludables posibles (frutos secos, pescado, aceite de oliva virgen extra, aguacate…); reducir las grasas que provienen de carnes procesadas y lácteos; aumentar la fibra ( cereales preferiblemente integrales, verduras, legumbres). Evitar lácteos con azúcar, y reducir dulces/bollería, comidas preparadas, y alcohol, son las principales medidas que podemos tomar para mejorar nuestro perfil lipídico. Los alimentos funcionales enriquecidos con fitosteroles y los suplementos dietéticos (levadura roja de arroz, proteína de soja) también pueden ayudar.
Cada persona es un mundo, y no tiene mucho sentido compararnos. Igual que para un nivel de colesterol dado tenemos riesgos cardiovasculares diferentes, también para un tratamiento dado tenemos respuestas diferentes. Habrá que ir descubriendo cuál es el que mejor controla el riesgo cardiovascular a cada uno. Conocer y cuidarnos es siempre el mejor modo de prevenir cualquier futuro problema.
Sobre el autor
Dr. Juan Luis Aramburu
Médico de familia del Equipo Clínico de ATAM