A Martin I de Aragón, se le conocía con el sobrenombre de El humano. En 1402 funda el hospital de la Santa Cruz en la ciudad de Barcelona, con el objetivo de reunir en un único edificio los hospitales que había por la ciudad. Estamos a finales de la Edad Media, momento en el que se empiezan a separar los pacientes hospitalizados en base a criterios como el sexo, la edad, o el tipo de enfermedad.
A día de hoy es muy difícil de concebir. Estamos acostumbrados a entrar en un hospital y buscar el servicio de cardiología, psiquiatría o el de traumatología. Y no consentiríamos que un gestor decidiese juntar en una única nave hacinados a todos los pacientes: debilitados por múltiples enfermedades, con enfermedades mentales…y mezclados entre todos ellos, los infecciosos.
Enfermedades contagiosas
Los médicos usamos el término “nosocomial”, para referirnos a las infecciones adquiridas en el hospital. Anteriormente al desarrollo de la microbiología se aceptaban como inevitables las enfermedades contagiosas. Se desconocía qué es lo que pasaba y el único mecanismo para interrumpir la cadena de transmisión era el aislamiento de los pacientes.
Es en la segunda mitad del siglo XIX cuando los trabajos de Pasteur y Koch demuestran la realidad del contagio a través de seres vivos. No es hasta el siglo XX, en los años 40, coincidiendo con el desarrollo de la segunda guerra mundial, cuando la introducción de la penicilina empieza a permitir dominar las infecciones por múltiples tipos de bacterias y entre ellas los neumococos. Y es también en el siglo XX, en los años 90, cuando se empezó a percibir como un problema de salud pública la poca sensibilidad del neumococo a la penicilina por el aumento de resistencias.
No con la frecuencia de la Edad Media, pero las infecciones nosocomiales son un problema que se sigue dando en muchas ocasiones, produciendo sobre todo infecciones urinarias, infecciones de heridas quirúrgicas y neumonías. De estas tres, son las neumonías las que suelen revestir mayor gravedad.
Neumonías
Afortunadamente, las neumonías que se adquieren fuera del hospital, en domicilio, son menos graves y afectan habitualmente a gente con un estado de salud mejor (más jóvenes, con menos enfermedades crónicas de base, con mejor estado nutricional, con menos alteraciones del sistema inmune…). Por lo que muchas veces se pueden manejar con tratamiento en domicilio. No siempre es así: dependiendo de los hallazgos de la exploración y de los resultados de las pruebas complementarias se puede detectar un riesgo elevado de complicación que haga necesaria la hospitalización.
Causas de neumonía
Las neumonías las pueden causar muchos tipos diferentes de gérmenes: bacterias, virus -como la gripe-, protozoos, hongos… Pero habitualmente son solo unos pocos los que producen la mayoría de los casos. El más común entre ellos es el neumococo. El neumococo no sólo se dedica a dar problemas en el pulmón, también es un causante frecuente de otros cuadros como otitis o meningitis. Se aloja de manera intermitente en la nasofaringe y se transmite a través de gotitas respiratorias. Desde la nasofaringe se puede extender por la circulación hasta partes alejadas del cuerpo (cerebro, huesos…), o por diseminación local hacia el oído y pulmón. Genera problemas más graves y con mayor frecuencia en niños y ancianos. En países desarrollados los niños son los principales transmisores. Es más frecuente durante los meses fríos. Hay una relación muy clara entre la infección viral del aparato respiratorio, sobre todo por la gripe, y el riesgo de tener una infección secundaria por neumococo.
Prevención
La principal medida para prevenir las enfermedades por neumococo consiste en la vacunación específica, así como la vacunación contra la gripe dado el riesgo asociado entre ambas. En España se recomienda vacunarse del neumococo a todos los niños y a adultos mayores de 65 años. Además, también está indicado en aquellas personas con enfermedades o situaciones predisponentes. Personas que residen en instituciones por el riesgo derivado del mayor contacto social; personas con alteración del sistema inmune (leucemias, VIH, insuficiencia renal crónica, tratamientos, inmunosupresores…), u otros factores de riesgo ( cirrosis hepática, enfermedad cardiovascular crónica, diabetes, enfermedad pulmonar crónica…).
Otras estrategias indirectas para la prevención, tienen que ver con el control adecuado de estas enfermedades, el abandono del tabaquismo y la prevención del mal uso de antibióticos.
No se puede hacer mucho más, aun así, no es poco si lo comparamos con la época de Martín I.
Sobre el autor
Dr. Juan Luis Aramburu
Médico de familia del Equipo Clínico de ATAM