El sueño es una función fisiológica y biológica fundamental. Es una de las conductas más universales de las especies animales y es esencial para el correcto funcionamiento de nuestro cerebro.
Aunque el sueño puede parecer un tiempo perdido en el cual no sucede nada, dormir es un estado diferente y dinámico de conciencia en el cual hay un alto grado de activación cerebral. Es donde ocurren importantes modificaciones en el funcionamiento del organismo; se producen cambios en la presión arterial, en la frecuencia cardiaca, la temperatura corporal, la secreción hormonal, etc. Se sabe que el sueño es fundamental para mantener una función restauradora y homeostática, siendo crucial para la termorregulación y la conservación de la energía. Además, no solo regula el estado fisiológico del cuerpo, es fundamental para mantener una adecuada estabilidad emocional, un buen rendimiento cognitivo y una eficaz autorregulación de activación-relajación del cuerpo y la mente. Por ello debemos controlar el insomnio para evitar problemas de ansiedad.
Los seres humanos pasamos un tercio de nuestra vida durmiendo. Aunque se estima que el tiempo de sueño diario debería acercarse a 7-9 horas diarias, el tiempo de sueño y la estructura del mismo variarán en función de la edad y de las necesidades de cada momento. Por ejemplo, en la infancia y la juventud, donde prima las etapas de mayor aprendizaje, se requerirá dormir más tiempo y, éste, tendrá un mayor porcentaje de sueño REM para favorecer la consolidación de lo aprendido durante el día.
Los trastornos del sueño son una de las alteraciones con mayor prevalencia, siendo un motivo habitual de consulta en medicina. Se estima que aproximadamente el 50% de las personas que acuden a atención primaria reconocen haber padecido insomnio tras ser preguntados por el médico y que entre un 10 y un 15% lo tienen de forma crónica.
El insomnio es un trastorno del sueño caracterizado por la imposibilidad para iniciar o mantener el sueño o conseguir una duración y calidad del mismo adecuada; pudiendo provocar una repercusión en la funcionalidad diaria, con fatiga diurna, sensación de malestar personal y deterioro socio laboral.
El insomnio puede ser una enfermedad en sí misma, un síntoma de otra patología o incluso un factor de riesgo para sufrir otras enfermedades. En los últimos años se ha estudiado que la disminución de las horas de descanso, el sueño fragmentado y los cambios de horario pueden ser un riesgo para multitud de enfermedades, tanto somáticas como psiquiátricas; desde mayor riesgo de obesidad, a padecer ansiedad, depresión o incluso patologías cardiacas.
Una de las principales causas de insomnio ocasional es el estrés. Entre un 40-90% de las causas de insomnio secundario tiene un origen psiquiátrico, y de éstas, la mayoría están relacionados con la ansiedad y la depresión.
Como se ha evidenciado en múltiples estudios existe una relación compleja entre ansiedad e insomnio que es bidireccional: ambas patologías pueden actuar como causa o consecuencia de la otra. Sabemos que los problemas del sueño producen en el organismo una reacción fisiológica que activa una cascada neuro-endocrina que altera la funcionalidad del cortisol, la prolactina y serotonina, aumentando por ello los niveles de ansiedad, hiperactivación, estrés y dificultad para relajarse y dormir.
Por todo ello es necesario realizar un buen diagnóstico y tratamiento. Aunque ambas patologías pueden estar estrechamente relacionadas, los últimos estudios recomiendan tratarlas no como una patología primaria y una secundaria, sino como dos patologías comórbidas, objetivándose mejores resultados al tratar ambas en combinación. Desde esta perspectiva, será necesario tomar medidas para mejorar la calidad del sueño y para disminuir el estrés.
La primera medida que tenemos que realizar para mejorar el estrés y el sueño es realizar una serie de cambios en nuestros hábitos diarios, es decir, modificar una serie de conductas para favorecer una correcta alimentación junto con una adecuada higiene del sueño y una mejor autogestión del trabajo.
Las principales recomendaciones para mantener una higiene de sueño adecuada son:
- Mantener un horario regular de despertarse y acostarse, con unos ciclos sueño-vigilia adecuados.
- Realizar actividad deportiva diaria, así como técnicas de relajación.
- Evitar la cafeína y los estimulantes.
- Evitar ver la televisión o usar el móvil en la cama.
- Evitar comidas copiosas antes de acostarse.
Simplemente llevando a cabo estos cambios en los hábitos diarios se ha objetivado una mejoría significativa en la calidad del sueño y en la sensación subjetiva de estrés diario, mejorando la calidad de vida y previniendo las posibles consecuencias negativas de los mismos.
Si con estas modificaciones del estilo de vida, continúan las dificultades para mantener una calidad de sueño adecuada, el estrés no disminuye o empeora la sintomatología de ansiedad es necesario acudir al médico de atención primaria para valorar la necesidad de realizar una terapia específica o pautar tratamiento.
Sobre el autor
Dr. Luis Olivares Gerechter
Psiquiatra del Equipo Clínico de ATAM