Estamos expuestos a la luz del sol continuamente, pero en los meses de primavera y verano se incrementan nuestras salidas al exterior y aumentan la fuerza y el número de horas de exposición solar. Indudablemente, el sol aporta beneficios conocidos como mejorar la síntesis de vitamina D necesaria para el fortalecimiento de los huesos, pero también conocemos los efectos nocivos que la radiación solar tiene sobre la piel y su relación con el desarrollo de muchos problemas para la salud, también para la salud visual.
Ni que decir tiene que durante todo el año debemos protegernos del sol, pero durante los meses de verano es imprescindible extremar esta precaución.
La mayoría de las radiaciones solares perjudiciales son filtradas por la atmósfera. Pero a pesar de esto, la luz del sol que nos llega lleva la suficiente cantidad de rayos ultravioletas como para provocar quemaduras en la piel y demás efectos nocivos en nuestro cuerpo, como por ejemplo en los ojos.
Lesiones oculares
El sol puede producir muchas lesiones a nivel ocular, la mayoría de ellas leves y pasajeras. Vamos a destacar las más habituales:
-
Conjuntivitis a causa del sol
La conjuntiva es una membrana mucosa muy vascularizada que recubre el globo ocular y el interior de los párpados. Al ser una de las capas más externas del ojo, es con frecuencia la más afectada junto con la piel de los párpados.
El efecto de la radiación solar en la conjuntiva es semejante al de la quemadura cutánea, es decir, irritación y quemazón. Se traduce en enrojecimiento, lagrimeo y molestias como escozor, dolor, pinchazos y sensación de cuerpo extraño. En ocasiones puede aumentar la secreción espesa o legañas pero no es lo más frecuente.
Además de las conjuntivitis actínicas (causadas por el sol ), en verano hay otros factores que aumentan la frecuencia de este proceso. Es común la irritación conjuntival causada por el cloro, la sal y las cremas de protección solar. En estos casos, además de enrojecimiento, lagrimeo y molestias, es común la aparición de secreciones.
-
Pterigium/Pinguecula
Ambas lesiones son modificaciones de la conjuntiva, que sufre engrosamiento y en el caso del pterigium invade el limbo o borde de la córnea. Existe un aumento de la incidencia de ambas en los países con mayor número de horas de exposición al sol.
En casos avanzados el tratamiento puede requerir cirugía para extirpar la lesión.
-
Queratitis
La córnea también forma parte de las cubiertas externas del globo ocular y por tanto recibe gran parte de la radiación. Al igual que la conjuntiva puede sufrir el efecto quemadura con aparición de microulceraciones y pérdida de transparencia, y por tanto, sensación de visión borrosa. Dado el elevado número de terminaciones nerviosas que posee, la afectación de la córnea normalmente produce dolor, lagrimeo, fotofobia y espasmo palpebral (cierre involuntario).
Ambos tejidos, conjuntiva y córnea también se ven expuestos al aire que produce sequedad por evaporación de la lágrima y que contribuye a agravar los síntomas.
-
Cataratas
La radiación solar sigue su camino a través de los diferentes medios transparentes que forman el globo ocular. Se ha demostrado que la radiación ultravioleta en el cristalino acelera la aparición de cataratas en personas con exposición reiterada al sol, por ejemplo, aquellos que trabajan o practican deportes al aire libre.
La sintomatología es la misma que la de las cataratas que se desarrollan por edad, es decir, disminución de la visión y tendencia a miopía. La solución es quirúrgica en función del grado de afectación de la visión.
-
Degeneración macular
Por último, los rayos de sol llegan también a la retina y su efecto tipo quemadura acelera el envejecimiento natural de la mácula. También están descritas quemaduras maculares en personas que practican deportes de alta montaña.
Cómo proteger nuestra salud visual durante el verano
La exposición a la radiación solar es mayor cerca del ecuador de la tierra y en zonas de mar y montaña. Determinadas superficies como el agua, la arena o la nieve aumentan el efecto de la radiación solar por reflejo, mientras que la niebla, la lluvia o las nubes la atenúan.
Lo más importante es protegernos de la radiación solar con lentes capaces de filtrarla, igual que haríamos para proteger nuestra piel utilizando cremas de protección.
Gafas de sol para cuidar tu salud visual
Según el grado de intensidad con el que filtran las lentes la luz visible, la Unión Europea clasifica estos filtros de 0 a 4.
Las gafas con categoría 0 reducen hasta un 20% la luz visible y se recomiendan como gafas de confort.
Las de categoría 1 reducen la luz entre un 20 y un 57% y se recomiendan para actividades como caminar por la ciudad, en invierno o en zonas con baja exposición solar.
Las de categoría 2 (del 57 a 82%) para deportes al aire libre como pasear e ir en bicicleta.
Las de categoría 3 (82 a 92%) para deportes en zonas de mucho sol como playa, mar y montaña y, finalmente, las de categoría 4 (con una protección del 92 al 98%) para actividades en alta montaña y deportes acuáticos intensos.
Las lentes polarizadas asocian además filtro de la luz en determinadas longitudes de onda y ayudan a mitigar los reflejos, por lo que se recomiendan para conducir o para deportes en agua o nieve. Su protección solar no es mayor que en las no polarizadas.
Otros factores de riesgo
Además del uso de gafas, también puede ayudarnos el uso de sombreros o gorras, lo cual es particularmente útil en niños, dado que aunque existen gafas de protección solar para ellos, con frecuencia no suelen tolerarlas.
Además del efecto del sol y del viento, hay otros factores que aumentan la sequedad ocular por lo que añaden otro factor de riesgo a los problemas veraniegos de la salud visual. Es el caso del aire acondicionado, las lentes de contacto y el uso de pantallas. Por lo que se aconseja disminuir su uso así como utilizar colirios humectantes con frecuencia.
Como siempre, lo más importante es seguir los consejos de los profesionales y dejarnos asesorar sobre el uso de gafas adecuadas y seguir siempre el tratamiento pautado en caso de presentar síntomas. ¡Haz que tus ojos disfruten del verano!
Sobre el autor
Dra. Teresa Gómez
Oftalmóloga de Equipo Clínico de ATAM