Recientemente las psicólogas americanas Samara Quintero y Jaime Long han desarrollado una nueva idea que considera que la actitud positiva a toda costa puede ser perjudicial. Estas autoras definen positividad tóxica como “la excesiva e inefectiva generalización de tener una actitud feliz y optimista en todas las situaciones”. Según esta teoría el proceso de positividad tóxica resultaría en negación, minimización e invalidación de la experiencia emocional auténtica.
La tesis central de esta teoría propone que, en particular, el intento de ser positivo todo el tiempo se convierte en una experiencia negativa cuando esta actitud positiva se utiliza para suprimir emociones como la tristeza, el resentimiento o la ira. En definitiva, se trataría del ya conocido argumento de que reprimir emociones se puede volver en contra del sujeto, incluso dañando su salud, no solo psíquica sino también física.
¿Qué signos nos alertan del “positivismo tóxico”
Para estar alerta de si estamos actuando de una forma excesivamente positiva, tendríamos que fijarnos en si estamos haciendo lo siguiente:
- Pretender en todo momento que todo sea «perfecto».
- Enmascarar los sentimientos reales que se están sintiendo en una determinada situación.
- Sentirse culpable de experimentar emociones “negativas”.
- No validar los sentimientos de sufrimiento de otras personas.
- El uso frecuente de frases como “tienes que ser positivo” “todo va a salir bien”
Es importante siempre identificar nuestras conductas para saber si son peligrosas o si pueden estar dando síntomas de algún tipo de trauma o estrés.
Las razones por las que la positividad tóxica hace daño
Una de las posibles consecuencias del positivismo a ultranza es el aislamiento de la persona que lo practica. La razón es muy sencilla, ya que es fácil imaginar el malestar de una persona que está pasando un mal momento al encontrase con alguien que manda un mensaje continuo de que solo las emociones positivas son permitidas a su alrededor. Naturalmente, dada la naturaleza de las experiencias de la vida, donde es frecuente encontrar dificultades y sufrimiento, todos nos vamos a encontrar en situaciones donde una persona cercana, amigos, seres queridos, van a pasar por periodos de tristeza, duelo o ira. Es muy difícil establecer una conexión con alguien si no estamos dispuestos a compartir esos momentos dolorosos con empatía y compasión.
Por otra parte, existen estudios que demuestran que es necesario mostrar expresiones faciales, como por ejemplo llorar, para describir cómo nos sentimos y para ayudar a regular el estrés. Un estudio mostró que personas a las que se les pidió que pretendieran estar bien después de ver un video perturbador, desarrollaban un alto grado de tensión interna comparados con el grupo a quien se les pidió que se mostraran cómo se sentían realmente.
En realidad, se puede argumentar que las emociones son la que nos informan de lo que está pasando en un momento concreto, pero no nos dictan cómo reaccionar. La represión de las emociones negativas puede tener como consecuencia que esas emociones crezcan hasta que la situación se vuelve insostenible.
Qué hacer para evitar caer en el “positivismo tóxico”
Algunas sugerencias para alejarnos de lo anteriormente expuesto y ayudar a procesar emociones:
Permítete a ti mismo sentir tus sentimientos: Aunque esta recomendación puede parecer evidente, es más difícil de conseguir de lo que imaginamos. Hay una tendencia a no enfrentarnos con sentimientos dolorosos y existen mecanismos de defensa inconscientes que no son particularmente adaptativos (proyección, identificación con el agresor, represión) que todos usamos casi sin darnos cuenta en situaciones difíciles.
Clarifica tus necesidades. A veces las personas responden a nuestra expresión de una emoción de una forma que no ayuda. No porque su intención no sea ayudar, sino porque tienen asumida cómo debe ser su respuesta, como por ejemplo ofreciendo consejo que no es requerido. Si la persona que nos está dando el consejo es amigo cercano o familia, es adecuado exponer claramente que sus palabras no están siendo útiles. Si por el contrario se trata de una conocido o compañero de trabajo, quizás sea adecuado educadamente terminar la conversación.
Reconocer cuando nos equivocamos. Si nos damos cuenta de que hemos actuado de forma poco empática con un ser querido que se acerca a nosotros con emociones negativas, la mejor actitud es admitir el error y pedir a esa persona que le indique cómo se le puede ayudar de forma más efectiva en el futuro.
Aprender a vivir en el aquí y ahora y a manejar las emociones a nuestro favor. Estar en contacto con lo que sentimos y utilizarlo como una herramienta para manejar el día a día y las situaciones complicadas a la que nos podemos enfrentar. ¡Si conseguimos al menos una parte de lo descrito anteriormente estaremos un paso más cerca de la sabiduría!
En conclusión: positivos sí, pero con consciencia
En el campo de la psicología existen diferentes tendencias que, como en casi todos los ámbitos de la vida, van cambiando en función de las modas y nuevos descubrimientos.
Es importante que cada una haga su crítica personal de las diferentes teorías que van surgiendo y consiga una aproximación que se adecue a su personalidad, estilo de vivir y maneras de hacer las cosas. Por tanto, la psicología positiva tiene una serie de aspectos muy favorables que se deben aprovechar, evitando, eso sí, algunos de los peligros que se han expuesto en este artículo.
Sobre el autor
Dr. José Antonio García
Psiquiatra del Equipo Clínico de ATAM