Recientemente hemos leído en la prensa la triste noticia de la muerte por suicidio de personas famosas, y hemos quedados impactados por la tragedia de este acontecimiento. La visibilidad de estos casos sobre personas públicas o conocidas hacen que nos preguntemos cuales serían los problemas que llevan a cualquiera a quitarse la vida. Y, sobre todo, si hubiera sido posible evitarlo.
Lo cierto es que la mayoría de las personas que cometen suicidio están sufriendo una enfermedad mental. La enfermedad mental, no tratada y sin identificar, puede convertirse en una enfermedad letal. En España tenemos la suerte de tener unas ratios de suicidio mucho menores que en otros países del norte y del este de Europa. Nuestro estilo de vida, donde se socializa mucho, junto el sol y buen tiempo, sin duda ayudan a que esto sea así.
Pero es fundamental estar alerta a los primeros síntomas de enfermedad mental con el objetivo de actuar de forma temprana por parte de especialistas y familiares. Existen muchos estudios que demuestran el mejor pronóstico y evolución de estos trastornos si son diagnosticados y tratados correctamente en los estadios iniciales.
¿Cómo podemos identificar conductas y patologías peligrosas?
En el ámbito de la psiquiatría, existen dos conductas por antonomasia donde es necesario valorar riesgos: el riesgo hacia uno mismo y el riesgo hacia los demás.
Valoración del riesgo hacia uno mismo (suicidio /autolesiones)
Es importante estar alerta respecto a los siguientes aspectos:
- Amenazas de terminar su propia vida.
- Buscar acceso a medios para cometer suicidio: almacenar pastillas, armas, búsquedas en internet.
- Evidencias de planes de suicidio.
- Falta de esperanza, conducta impulsiva y ansiosa.
- Aumento del consumo de sustancias (alcohol/drogas)
- Retirada de contactos sociales.
- Cambios dramáticos de estado anímico.
- Manifestaciones de que no se tiene razón para vivir.
- Presencia de enfermedad mental grave (depresión psicótica, trastorno bipolar descompensado, etc.)
Factores potenciadores del riesgo de suicidio:
La falta de trabajo o dificultades financieras recientes es un potenciador habitual. Igualmente, la pérdida (o luto) de relaciones personales importantes como puede ser la muerte de una persona querida o el haberse divorciado recientemente. Por supuesto el aislamiento social, así como sufrir una enfermedad mental o somática crónica y el hecho de haber tenido conductas suicidas con anterioridad.
Valoración del riesgo hacia otros
En este caso se debe tener en consideración las siguientes factores:
Personales: acciones violentas anteriores, rasgos antisociales de personalidad, impulsivo o irritable, crisis vital reciente, apoyo social pobre, estar desempleado, etc.
Relacionados con la enfermedad: síntomas psicóticos, abuso de sustancias, no tomar la medicación necesaria.
En el estado mental: irritabilidad, ira, pensamientos de violencia hacia otros, amenazas a personas específicas, planes de actuar en los pensamientos violentos, delirios de celos, persecutorios, de control.
Algunas conclusiones
Naturalmente, el hecho de presentar alguno de los factores anteriormente mencionados no significa que el riesgo se vaya a materializar. Es necesario ejercer el juicio clínico y combinar toda la información y la experiencia del profesional antes de finalmente emitir una opinión sobre el grado de riesgo al que se enfrenta la persona, y elaborar un plan de acción consecuente con el grado de riesgo percibido.
La reducción de los factores de riego es fundamental a la hora de elaborar un plan de acción. Algunos de estos factores de riesgo son modificables y otros no. Por ejemplo, no es modificable el género, pero sí se puede actuar sobre los síntomas de la enfermedad mental.
Sin embargo, todo lo mencionado anteriormente está destinado a profesionales de la salud mental. El principal problema es que actualmente existe un déficit de estos profesionales en el sistema de salud pública.
España dedica un 2% del total del gasto sanitario a la salud mental, mientras que, por poner un ejemplo, Reino Unido dedica hasta el 12%. Las implicaciones de este desfase presupuestario se concretan, desgraciadamente, en el difícil acceso a los profesionales de la psiquiatría y psicología en nuestro país.
Salud mental e Inteligencia Artificial
Por eso, algunas alternativas a esta carencia vienen de la mano de las nuevas tecnologías y la inteligencia artificial (IA). Los usos de la inteligencia artificial en la salud mental incluyen apoyo para el diagnóstico temprano, prevención de recaídas y agravamientos, ayuda para detectar y prevenir conductas suicidas, así como el uso de programas de terapia y relajación.
Idealmente estas tecnologías deben ser usadas en conjunción con los profesionales de la salud mental. El contacto humano es insustituible y absolutamente necesario cuando alguien se encuentra en una situación tan vulnerable como la derivada de un problema relacionado con la salud mental. Pero toda ayuda es poca, y la tecnología al servicio de la salud, siempre será una gran aliada.
Sobre el autor
Dr. José Antonio García
Psiquiatra del Equipo Clínico de ATAM