Alimentación para favorecer nuestro sistema inmune

EQUIPO CLÍNICO DE ATAM

Hace ya años que se estableció la relación entre la alimentación y la salud. Así lo consideraba ya Hipócrates (460-370 a.C.). El padre de la medicina occidental opinaba lo siguiente:

“Si pudiésemos dar a cada individuo la cantidad adecuada de nutrición y ejercicio, ni muy poco ni demasiado, habríamos encontrado el camino más seguro hacia la salud”.

Es un hecho que hace ya años pedimos cada vez más a la dieta. Ya no basta con que ésta dé respuesta a  los requerimientos de energía y nutrientes.  Ahora queremos que además nos ayude a asegurar un buen estado de salud y reducir el riesgo de padecer enfermedades.

En Japón, tras el fin de la segunda guerra mundial, la expectativa de vida comenzó a aumentar rápidamente. La consecuencia del envejecimiento de la población es el incremento en los gastos en salud. Más personas viviendo más tiempo que necesitan garantizar la mejor calidad de vida. Para ello, el gobierno impulsó la investigación en lo que a partir de los años 80 se llamó alimentos funcionales.

 

¿Qué son los alimentos funcionales y en qué nos benefician?

Este tipo de alimentos son los que se buscan para conseguir resultados positivos sobre alguna función del organismo o sobre la prevención de enfermedades.

Actualmente tenemos ya datos más que contrastados sobre la influencia de la dieta en el funcionamiento del sistema inmune.

Diferentes datos que apoyan esta correlación provienen directamente de la clínica. Por ejemplo, las observaciones realizadas sobre cómo pacientes malnutridos mueren por culpa de unas infecciones que en otras condiciones apenas tendrían consecuencias. Éstos serían ancianos institucionalizados o niños de países en desarrollo. Con los años, ha ido aumentando la lista de componentes de la alimentación cuyo déficit (o exceso) se ha relacionado con el mal  funcionamiento del sistema inmune. Algunos ejemplos son: los aminoácidos, nucleótidos,  vitaminas (A, D, E, B6, B12), ácidos grasos poliinsaturados, o minerales (hierro, zinc, selenio…).

Además de la experiencia clínica, contamos con otros datos que vienen de la investigación. Nuestro cuerpo tiene millones de células, pero tenemos muchísimas más bacterias que células. Millones de estas bacterias contribuyen a regular numerosos procesos fisiológicos, entre ellos, la interacción con el sistema inmune.

 

Alimentación y bacterias

La microbiota intestinal (antes flora intestinal), es el conjunto  de microorganismos asociados al intestino y supone entre uno y 2 kilos de nuestro peso corporal. Esta microbiota está compuesta casi en su totalidad por bacterias. En los últimos años esta microbiota intestinal está siendo objeto de múltiples estudios. Parece implicada en la aparición de múltiples enfermedades, y no sólo digestivas (alergia , asma, diabetes, obesidad, cáncer o enfermedades cardiovasculares…).

Se ha comprobado como animales criados en condiciones de asepsia total muestran mayor susceptibilidad a infecciones. Esto significa que la presencia de bacterias intestinales es necesaria para que el sistema inmune se desarrolle adecuadamente.

Cuando nacemos, la microbiota del intestino es estéril, se coloniza durante el primer año de vida. Esa colonización  continúa modulándose a lo largo de la vida, fundamentalmente por factores ambientales como la alimentación, los estilos de vida o los fármacos. Uno de los indicadores de la buena salud de la microbiota es su variedad.

Cuanto más variada sea la alimentación, más variada será la microbiota. Así que para facilitar esa diversificación, queremos recomendar varios tips. El primero es tomar fibra que pueda ser utilizada metabólicamente por la microbiota (patatas cocidas, legumbres, ajos, cebolla, plátano verde, alcachofas). También son importantes los probióticos ( leche fermentada, yogurt, kéfir). Los alimentos ricos en ácidos grasos omega 3 (nueces, pescado azul) y omega 6 (aguacate, semillas, nueces y aceites vegetales -salvo el de palma y coco-). Elegir una cantidad equilibrada de proteínas de origen vegetal (legumbres, frutos secos, y semillas) y animal (carne, pescado, marisco, lácteos y huevos). Además, asegurar la ingesta de vitaminas y minerales (cereales integrales, frutas, verduras..).

 

Otros factores que influyen en nuestras bacterias

El estilo de vida es el otro factor que más influye en la diversidad de las bacterias de nuestro intestino. Actividades como hacer ejercicio, dormir las horas necesarias, o gestionar adecuadamente el estrés son indispensables.

Tenemos microbiotas diferentes, y las respuestas de la microbiota intestinal a la nutrición son únicas para cada individuo. Con el tiempo, el enfoque dietético universal dejará de ser válido y será sustituido por un enfoque nutricional personalizado. Éste se basará en el análisis del microbioma (conjunto de genes de los microorganismos intestinales) de cada persona.

Otra de las ideas que defendió Hipócrates es que es mucho más importante saber qué persona tiene la enfermedad que qué enfermedad tiene la persona. La investigación y los conocimientos acumulados estos años dan la razón a Hipócrates. La alimentación y el ejercicio constituyen el camino más seguro hacia la salud. Por eso, los intentos por personalizar la medicina en el futuro seguirá en auge. Todos los esfuerzos irán encaminados a saber cómo es la persona que tiene la enfermedad.

Sobre el autor

Dr. Juan Luis Aramburu

Médico de familia del Equipo Clínico de ATAM

© Atam para el Apoyo Familiar 2020