Charles Dickens escribió en 1836 la novela “Los papeles póstumos del club Pickwick”. Uno de los personajes de la novela -Joe, el chico gordo- tiene tendencia a quedarse dormido y roncar. Este personaje pasó a considerarse la primera descripción de lo que en su momento se llamó el síndrome de Pickwick. En la actualidad es conocido como el síndrome de apnea/hipopnea del sueño (SAHS).
¿Qué es la apnea del sueño?
El origen del síndrome es la obstrucción reiterada de la vía aérea superior durante el sueño. Hay una serie de factores de riesgo que predisponen a la aparición de este síndrome: La obesidad, el hecho de ser varón, la edad (es más frecuente a partir de los 40 años), y la existencia de antecedentes familiares son los más determinantes. Pero aun así, el síndrome puede aparecer en personas sin problemas de peso, de ambos sexos, y a cualquier edad. Incluso en niños, aunque en este caso habitualmente es secundario a la existencia de amígdalas o adenoides (“vegetaciones”) aumentadas de tamaño.
Síntomas de la apnea del sueño
En principio es un síndrome relativamente fácil de sospechar. Aunque a la hora de la verdad, no parece tan fácil de diagnosticar. Se calcula que lo padece un 4-6% de la población adulta, con lo que está claramente infradiagnosticado en nuestra sociedad.
Los síntomas que más frecuentemente se presentan son los ronquidos intensos, las apneas durante el sueño y la tendencia a la somnolencia diurna, aunque no tienen por qué darse todos juntos. También pueden aparecer otros síntomas como dolores de cabeza por la mañana, reflujo gastroesofágico o micción urinaria nocturna frecuente.
La apnea durante el sueño son pausas en la respiración. Producen una fragmentación del sueño, pero los despertares pueden ser tan breves que en muchos casos pasan desapercibidos para la persona que los padece. Sólo detecta cansancio, fatigabilidad, o que el sueño no ha sido reparador. Estas pausas producen desaturaciones (disminuciones del oxígeno en sangre), que se traducen en déficits de oxígeno reiterados que impiden el correcto funcionamiento de nuestros órganos.
Repercusiones
Quizás lo más sorprendente del síndrome sea la variedad de repercusiones que tiene en el organismo y la cantidad de patologías a las que se ha asociado. Por ejemplo: trastornos cardiovasculares, problemas metabólicos como el síndrome metabólico, o la diabetes tipo II, o problemas a nivel cognitivo. En los casos más graves, el riesgo aumentado de padecer accidentes de tráfico.
O igual no debería sorprendernos tanto. Aunque los organismos más sencillos y primitivos fueron anaeróbicos, y vivieron sin él durante millones de años, el oxígeno es indispensable para los seres humanos. Y el SAHS es la causa más frecuente de déficit crónico-intermitente de oxígeno.
El déficit de oxígeno a nivel cerebral, se ha relacionado con síntomas que van desde la irritabilidad y las alteraciones del ánimo, al mal funcionamiento a nivel cognitivo (pérdida de atención, problemas de memoria y concentración).
Entre sus múltiples repercusiones, a nivel cardiovascular por ejemplo, es muy frecuente la asociación con la hipertensión arterial. Especialmente con las hipertensiones que responden mal al tratamiento. También es un factor de riesgo para el desarrollo de arritmias como la fibrilación auricular. Empeora el pronóstico de afectados de isquemia cardiaca (angina, infartos), o se asocia a la aparición de ictus isquémicos.
Diagnóstico y tratamiento
Ante la sospecha del cuadro, la confirmación diagnóstica se hace mediante un estudio del sueño. Una vez diagnosticado, en adultos, en la mayoría de los casos moderado-graves, el tratamiento de elección será el uso de un aparato de CPAP. Se trata de un dispositivo que a través de una máscara nasal u oronasal, introduce oxígeno a presión en la vía aérea durante el sueño. Así garantiza su permeabilidad. Se recomienda utilizar un mínimo de 4 horas, y preferiblemente más de 6 horas cada noche. Acostumbrarse a su uso no siempre es fácil, pero dadas las repercusiones del cuadro sobre el organismo, el beneficio de usarlo está claramente establecido.
En los casos más leves, las medidas generales pueden reducir los síntomas. Entre ellas, la pérdida de peso es la medida clave. Otras medidas recomendadas afectan a la higiene del sueño, como evitar el alcohol por la tarde-noche, abandonar el tabaco y evitar el uso de hipnóticos de la familia de las benzodiazepinas. Por último, el tratamiento del reflujo gástrico o las medidas posturales para intentar evitar dormir boca arriba también pueden contribuir a la mejoría del cuadro.
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