Telemedicina: la revolución imparable

EQUIPO CLÍNICO DE ATAM

Nueva York, 1834.  Un puerto en permanente ebullición, al que arribaban barcos de todo el mundo. Y muchos marineros con unas condiciones de vida deterioradas, con privaciones de todo tipo (emocional, espiritual, física), y muchas carencias de formación y de implantar una seguridad laboral. Fue esta realidad fue la que impulsó la creación del Seaman´s Church Institute.

En 1920, esta es la primera institución que empezó a ofrecer cuidados médicos de una forma organizada a los marineros de sus buques. Se realizaba mediante algo completamente novedoso y llamado telemedicina (etimológicamente, medicina a distancia). Entre medias, el desarrollo tecnológico que supuso la primera transmisión por radio realizada por Marconi en 1897. Y también entre medias dos catástrofes marítimas. Los naufragios del Titanic y el Lusitania. Estos ayudaron a tomar conciencia del papel que podía desempeñar el invento de Marconi para rescatar víctimas. De este modo, la radiofonía para la asistencia sanitaria en alta mar se convirtió en una de las primeras aplicaciones de la telemedicina en el mundo.

 

Telemedicina hoy: diagnóstico y aplicaciones

 

Agradezco no haber sentido la inquietud de los marineros al enfermar en alta mar. Las mías han sido inquietudes más cotidianas. Por ejemplo, la que tenía de estudiante cuando no lograba palpar un hígado aumentado de tamaño. Inquietudes todas ellas de fácil solución: ante la duda, se hacía una ecografía. Se aceptaba el apoyo de la tecnología sin mayores problemas. Ese mismo apoyo llega ahora en forma de telemedicina.

Algunas de sus aplicaciones ya llevaban tiempo entre nosotros. Como los dispositivos de teleasistencia clásicos para avisar ante caídas y aportar seguridad a las personas mayores que quieren permanecer en su domicilio.

Pero es ahora cuando se han empezado a hacer más evidentes algunas de sus ventajas. Desde el ahorro de tiempo en desplazamientos, al hecho de facilitar la accesibilidad a la asistencia. También son evidentes alguno de sus inconvenientes, como la imposibilidad de hacer una exploración física completa.

Por eso, habrá qué analizar varios factores. Primero, en qué circunstancias la telemedicina puede sustituir las consultas presenciales. En segundo lugar, en cuáles puede complementarlas y facilitarlas. Y por último, en cuáles ni lo uno, ni lo otro. Hay campos de la medicina como la dermatología en la que la mera visualización de imágenes de lesiones puede bastar para llegar a un diagnóstico. Hay muchas otras situaciones que no requieren una exploración. Por ejemplo,  un consejo dietético, muchas de las revisiones rutinarias de pacientes crónicos en situación estable, o actividades de educación sanitaria y prevención.

 

Ventajas indiscutibles de la telemedicina

 

Facilitar la accesibilidad, evitar traslados innecesarios, acelerar procesos diagnósticos…son procesos útiles para el conjunto de la sociedad. Pero hay situaciones en las que la mejora de la accesibilidad es especialmente útil en sociedades envejecidas. En el caso de las  personas con discapacidad por problemas de movilidad. También las  personas con problemas de ánimo a los que cualquier barrera les supone una dificultad añadida a la hora de pedir ayuda. Incluso las  personas que viven en zonas  mal comunicadas, o con miedo a desplazarse a entornos sanitarios por la pandemia actual.

Hay múltiples patologías crónicas que se presentan con descompensaciones (hipertensión arterial, diabetes, bronquitis crónica, …). En su manejo, muchas veces es fundamental la exploración presencial. Pero casi más importante que el manejo de las descompensaciones lo es la prevención o la detección precoz.

El desarrollo tecnológico permite monitorizar a distancia y hacer un seguimiento de pacientes desde su domicilio. Se pueden monitorizar  constantes vitales  (tensión arterial, saturación de oxígeno, glucemia…). Además, también se pueden monitorizar patrones de funcionamiento, mediante el uso de sensores domiciliarios. Sensores que no sólo detectan incidencias, como una caída; también estiman el gasto energético, el sueño, o el patrón de actividad.

Todo esto permite a los médicos tener mucha más información de cara a formar un juicio, anticipar descompensaciones, vencer la resistencia al cambio y ajustar tratamientos. También, para detectar pacientes en riesgo de presentar complicaciones por estar infratratados o sobretratados.

 

Inconvenientes a distancia

 

Como toda novedad, además de ventajas, la telemedicina traerá problemas. Los más evidentes son los de las garantías de confidencialidad en la relación médico-paciente. Así como la dificultad de acceso a las tecnologías por parte de personas mayores o gente con escasos recursos económicos. Pero también algunos derivados del cambio de modelo en la relación con el paciente. O del riesgo de despersonalización. Incluso aquellos derivados de no tener en cuenta las preferencias de las personas mayores y de sus cuidadores antes de invertir en tecnología. Y los que iremos viendo.

Sin embargo, las necesidades sanitarias de sociedades envejecidas como la nuestra están ya identificadas. Se sabe que son necesarios cambios de calado para promover el envejecimiento saludable y poner el foco de atención en el funcionamiento de las personas. Nuestros sistemas de salud han puesto el foco en el modelo de curación de enfermedades. Y habrá que desplazar ese foco hacia la prestación de cuidados integrales. Cuidados centrados en la capacidad funcional de las personas mayores. Y, por supuesto, la prestación de esos cuidados integrales va a requerir el uso de la telemedicina como elemento facilitador.

Marconi no fue inicialmente consciente de las repercusiones de su descubrimiento. Al igual que él, tampoco nosotros somos conscientes de los cambios que nos ofrecerán los descubrimientos actuales. La pandemia por el COVID está siendo nuestro Titanic. La catástrofe que nos ayuda a tomar conciencia de que existen otras posibilidades, y de que sus repercusiones nos van a afectar a todos. Y, por lo tanto, ¡todas las innovaciones son bienvenidas!

Sobre el autor

Dr. Juan Luis Aramburu

Médico de familia del Equipo Clínico de ATAM

© Atam para el Apoyo Familiar 2020