Ver a una persona tomando alcohol no nos da necesariamente información acerca de la gravedad de lo que está haciendo o cómo opera en ella esta sustancia. Igual que tampoco tiene por qué darla descubrir a otra persona tomando cocaína u otra droga. Del mismo modo, ver a alguien realizando apuestas deportivas, jugando al bingo, entusiasmado por un videojuego, o utilizando su móvil durante mucho rato no aporta datos suficientes. Y no nos da demasiada información, porque no es lo mismo usar algo, que abusar de ello. Mucho menos depender de esas sustancias o actividades, lo que lo convierte en adicciones.
Uso y abuso: el paso a ser adicto o dependiente
Si alguien toma alcohol de vez en cuando y en pequeñas cantidades, sin que se produzcan consecuencias negativas para él ni para los demás, estaría usando una sustancia. Este sería un uso consciente y controlado. En ese mismo sentido, la hoja de coca en Sudamérica se ha usado tradicionalmente en muchas culturas, sin dar pie al abuso. Igualmente, muchas personas utilizan puntualmente medicamentos tranquilizantes o hipnóticos cuando se ven desbordadas por estrés o falta de sueño.
Cuando abusamos de algo, empieza a aparecer un deterioro del funcionamiento con consecuencias negativas. Por ejemplo, deterioro de las relaciones, incumplimiento de responsabilidades (personales, laborales, estudios), situaciones de riesgo (conducción…), o problemas legales. Además, cuando dependemos de algo, el dato más relevante no son los efectos de la sustancia o de la conducta -por ejemplo, el juego patológico-, sino la relación que establecemos con ella. Pierdes el control. Llegas al punto en el que priorizas una conducta problemática por otras que, previamente, habían sido más significativas y placenteras. Sigues realizando una actividad de forma regular pese a sus consecuencias negativas, para lograr unos efectos o para evitar el malestar que produce su ausencia.
Hay situaciones en las que los límites entre estas categorías no son fáciles de establecer. De pequeño me quedé con la idea de que las drogas ilegales eran tan peligrosas que sólo con tomarlas en una ocasión, te podían generar adicción. De la abstinencia a la dependencia por un único despiste. El hecho es que para que se vaya manifestando su efecto, hace falta una interacción relativamente regular con nuestro sistema de recompensa.
Recompensas que enganchan: sustancias adictivas
El sistema de recompensa es un conjunto de áreas cerebrales estrechamente conectadas por neurotransmisores que se estimulan ante situaciones relacionadas con la supervivencia, como la comida, la bebida o la procreación. Es este sistema el que a los humanos nos produce gratificación ante otros estímulos placenteros, como una música agradable o una puesta de sol bonita.
Y es el sistema cuyo funcionamiento se altera tanto con las sustancias adictivas, como con las adicciones sin sustancia (nuevas tecnologías, juego patológico- bingo, tragaperras, apuestas deportivas-…). Esta realidad y funcionamiento de recompensas no sólo existe en los humanos. Experimentos con animales de laboratorio con libre acceso a cocaína, muestran cómo se olvidan de sus actividades habituales y mueren por complicaciones cardiovasculares o ayuno.
La activación de su sistema de recompensa es tan intensa, que terminan por ignorar las actividades básicas para la supervivencia al priorizar la autoadministración de la droga. En los humanos pasa algo muy parecido. Ese estímulo intenso interviene en la producción de recuerdos y el refuerzo de los comportamientos, y con la afectación continuada del sistema de recompensa, desaparece la gratificación ante los estímulos habituales de la vida.
Es prácticamente inviable disfrutar de una buena salud mental mientras el sistema de recompensa no funciona. La coexistencia entre una adicción y otro trastorno mental, es la regla y no la excepción. El diagnóstico de trastornos de ansiedad, del ánimo, trastornos del espectro de la esquizofrenia y la psicosis, trastorno por déficit de atención e hiperactividad, o trastornos de personalidad, está a la orden del día entre las personas que padecen adicciones.
Factores que facilitan las adicciones
Por la influencia de nuestro entorno, para intentar hacer más llevadero la rutina del día a día, para realizar tareas que nos sobrepasan, por búsqueda de sensaciones placenteras de forma rápida, por costumbre y facilidad de acceso… Son múltiples los motivos que nos pueden facilitar el camino hacia las adicciones. Igual que son múltiples los factores biológicos, psicológicos, y sociales que facilitan o dificultan el desarrollo de una adicción. Así, biológicamente estará más predispuesto a desarrollar una adicción al alcohol una persona que tolere bien sus efectos que otra que con dosis bajas padezca “resacas” severas. Igual que difícilmente una persona a la que le guste controlar las situaciones, desarrollará una adicción a estimulantes que le hagan perder el control.
La predisposición individual, la existencia de fuentes alternativas de satisfacción, las tradiciones sociales y actitudes familiares, la repercusión en el organismo…constituyen la mezcla de factores biopsicosociales, que habrá que evaluar e intentar modular ante cualquier persona con riesgo de desarrollar una adicción. Y esa evaluación siempre será más precisa si se logra la intervención por parte de equipos especialistas coordinados y multidisciplinares.
Sobre el autor
Dr. Juan Luis Aramburu
Médico de familia del Equipo Clínico de ATAM