La infección por SARS-CoV-2, con o sin síntomas, desaparece de forma natural en 2-4 semanas de forma habitual. Sin embargo, algunos pacientes no se recuperan por completo y tienen complicaciones tardías. Se denomina “COVID prolongado” al conjunto de signos y síntomas que aparecen a raíz de una infección por coronavirus. La duración de estos síntomas debe prolongarse por encima de las 4 semanas sin encontrar para ellos un diagnóstico alternativo.
Aproximadamente entre el 20 y el 90% de los pacientes presentan síntomas semanas o meses después del diagnóstico de la infección. Las cifras pueden ser más elevadas si el seguimiento se hace a pacientes que requirieron hospitalización. Y, por tanto, sufrieron síntomas previos de mayor gravedad. El tiempo de recuperación varía con cada persona. Lo habitual es que los síntomas desaparezcan antes de las 12 semanas, si bien hay personas que siguen presentando síntomas superados los 6 meses.
Covid Prolongado: Causas e hipótesis
En la actualidad no se conoce bien el mecanismo por el que se da este suceso. Cada vez más datos apuntan a que se produce un incremento de interleucinas (marcadores inflamatorios). Esto favorece la desregulación del sistema inmune.
Otra de las hipótesis que se baraja tiene que ver con la producción de autoanticuerpos. Al igual que se producen anticuerpos para protegernos de las infecciones, en el caso del coronavirus, se producen autoanticuerpos. Son anticuerpos que atacan a las propias células del organismo.
El tipo de secuelas que aparecen en el COVID prolongado son muy variadas. Algunas de ellas están relacionadas con estancias muy prolongadas en UCI. Siendo frecuente las alteraciones del tono muscular y los problemas respiratorios. También existen estudios que afirman que aquellos pacientes que precisaron ventilación en la UCI tenían más problemas de atención, memoria y funciones ejecutivas. Estas alteraciones no tenían antes de la infección y que no estaban presentes en las personas asintomáticas.
El daño que se produce en el síndrome post-COVID puede aparecer en un órgano. Siendo lo más habitual que suceda a nivel respiratorio (lesiones pulmonares fibrosantes). También puede ser neurológico (por ejemplo, un ictus), cardiovascular, renal o hepático, entre otros. Este tipo de daño constituye un porcentaje bajo del total de afectados. El pronóstico será muy variable según el órgano afectado, y el tipo y el grado de afectación.
Síntomas menores pero muy limitantes
También se producen muchos casos de paciente que presentan síntomas muy diversos pero sin evidencia de daño orgánico. Los más frecuentes incluyen síntomas tan variados como dolores de cabeza, astenia, falta de aire, fatiga, dolor osteomuscular, falta de concentración, pérdida del olfato y gusto, palpitaciones, tos, problemas de sueño, febrícula, mareo y hormigueos. Muchas veces son de intensidad variable, fluctuantes, o pueden aparecen nuevos síntomas de forma impredecible.
Estos síntomas son muy variables y no son sólo físicos. También afectan a la mente, tanto a nivel cognitivo (falta de concentración, pérdida de memoria) como de alteraciones en el ánimo (ansiedad, depresión). A pesar de no haberse encontrado daño orgánico, se está viendo es que producen una importante afectación de la calidad de vida a corto y largo plazo. Incluyendo limitaciones en la actividad diaria.
Asimismo, se han observado déficits en las tareas de atención sostenida. Esto permite mantener el foco en una actividad durante un largo periodo de tiempo en pacientes ya recuperados de la infección. También se han detectado problemas de concentración, atención y de memoria. Estas alteraciones cognitivas características del COVID prolongado son las que se describen como “niebla cerebral” (brain fog). Lo que implica dificultad en concentrarse y focalizar los pensamientos que pueden interferir con las capacidades de memorizar y recuperar recuerdos.
En personas mayores también se han descrito casos de pérdida de apetito o de pérdida de funcionalidad tras sufrir el COVID-19.
A pesar de que el virus causante de esta enfermedad se conoce desde hace poco, ya se ha comprobado que produce diversos síntomas tanto a nivel neurológico como respiratorio u osteomuscular. Y queda constancia de que estos síntomas pueden persistir durante un largo tiempo a pesar de haberse curado de la infección.
Aún no se conoce bien el pronóstico de esta sintomatología persistente. Por lo que es muy importante realizar un seguimiento a largo plazo en pacientes con COVID prolongado.
Este seguimiento a largo plazo puede ayudar a diseñar estrategias de rehabilitación física y neuropsicológica más eficaces. Así reduciremos el impacto funcional de las secuelas y lograr que la enfermedad se supere mejor y más rápidamente.
Sobre el autor
Dra. Isabel Bustamante
Neuróloga del Equipo Clínico de ATAM