
Hay trombos y trombos. De algunas trombosis, ni nos enteramos. Otras en cambio nos pueden producir la muerte o secuelas graves. Algunas son muy poco frecuentes, y otras se encuentran entre las patologías más habitualmente tratadas.
Un trombo es un coágulo de sangre que obstruye un vaso sanguíneo. Esto puede ocurrir tanto en las venas como en las arterias.
Trombosis en las arterias
El principal factor de riesgo de las trombosis en las arterias es la aterosclerosis. Es un proceso largo y progresivo de endurecimiento de las arterias que consiste en la formación de placas de ateroma en la pared de las arterias formadas por lípidos -colesterol-y cubiertas por una placa fibrosa. Con el tiempo, las placas se pueden romper o ulcerar y al ponerse su contenido en contacto con la sangre se puede formar el trombo. Este mecanismo es el que subyace a buena parte de enfermedades tan frecuentes como las enfermedades coronarias (infartos de corazón), o los ictus.
Daniel E. Lieberman explica en su libro, “La historia del cuerpo humano”, cómo muchas de las enfermedades que padecemos en la actualidad no las logramos prevenir porque no tenemos en cuenta la evolución humana. Muchas de las características de nuestro cuerpo eran adaptativas en los ambientes en los que evolucionamos, y se han vuelto contra nosotros en los ambientes que hemos creado. Es la hipótesis del desajuste. Y entre las posibles enfermedades por desajuste, se encuentran las enfermedades coronarias. Los desajustes se pueden deber a diferentes tipos de estímulos. En el caso de las enfermedades coronarias nos enfrentaríamos a estímulos demasiado intensos (sobreabundancia de alimentos), para los que no estamos preparados.
Trombosis en las venas
Los trombos también se producen en las venas. En este caso, lo más frecuente es que se produzcan por una mezcla de factores genéticos y ambientales. Entre los factores ambientales, algunos son modificables como la obesidad, o la inmovilidad. Por ejemplo, estar mucho tiempo sentado en el coche o en un avión. Otros en cambio, no lo son, como la edad avanzada, o la existencia de neoplasias malignas.
También se sabe que hay situaciones que implican un riesgo especial: cirugías (especialmente de cadera, rodilla, y cirugías por cáncer), traumatismos, toma de hormonas o anticonceptivos, o el embarazo.
Si una trombosis venosa produce síntomas en la pierna, lo más habitual es que produzca dolor e inflamación, aparición de enrojecimiento y aumento de temperatura de la zona afectada. La inflamación aparece en el pie, el tobillo o la pierna, y el dolor a menudo comienza en el gemelo, y aumenta con la presión sobre el músculo.
Decía al principio que algunas son muy frecuentes y otras se producen de forma excepcional. La presentación más frecuente es la enfermedad tromboembólica venosa. Tan frecuente, que de hecho, es la principal causa prevenible de muerte hospitalaria. Aproximadamente dos de cada tres tromboembolismos se producen durante una hospitalización o después de ella. La trombosis venosa profunda y la embolia pulmonar son dos manifestaciones de un mismo proceso. La embolia se produce por la migración al pulmón de trombos que previamente se habían formado en las extremidades inferiores, especialmente trombos del sistema venoso profundo que se producen por encima de la rodilla. La formación de trombos venosos en otras localizaciones del cuerpo es posible, pero mucho menos frecuente. Un ejemplo de esto serían las trombosis de senos venosos cerebrales como las que se detectaron cuando se empezó a generalizar el uso de alguna de las vacunas contra el covid-19.
Medidas de prevención
Aparte de los fármacos, y el uso de medias de compresión elásticas, la medida más importante que se puede aplicar para prevenir su aparición es la movilización precoz y los ejercicios de extremidades inferiores. También esto tiene su lógica evolutiva. En este caso, el desajuste no sería por tener que enfrentarnos a un estímulo demasiado intenso, sino que sería el resultado de haber perdido un estímulo que solía ser común: el estar activos físicamente. Porque de lo que no cabe duda, es de que otra de las características que fuimos adquiriendo a lo largo de la evolución es la adaptación a ser físicamente activos; y la tendencia a la inactividad tan habitual en nuestra sociedad, es algo para lo que no estamos preparados.

Sobre el autor
Dr. Juan Luis Aramburu
Médico de familia del Equipo Clínico de ATAM