
Durante las vacaciones tendemos a relajar las rutinas y a no seguir el orden establecido el resto del año. Los horarios cambian y nuestro ritmo biológico se adapta a ello. Normalmente nos vamos a dormir más tarde, por consiguiente, también retrasamos la hora de levantarnos, e incluso, realizamos siestas. Por eso retomar la rutina, cuesta.
Además, dejamos de hacer las actividades que durante el resto del año realizamos. Entre ellas, la práctica de algunos deportes y actividades que hacen que nos movamos. Y, desde luego, alteramos nuestras comidas y las bebidas que ingerimos.
Todos estos cambios hacen que nuestro reloj interno se modifique. Afecta no sólo a cambios físicos, como el aumento de peso, sino que todo nuestro organismo debe volver a adaptarse paulatinamente al ritmo habitual.
Retomar la rutina supone volver a ajustar nuestro reloj biológico interno. Y cualquier ajuste precisa de un periodo de adaptación. Durante este tiempo es completamente normal sentir cansancio y/o fatiga, lo que dificulta nuestra adaptación a nuestra vida cotidiana. Por ello, debemos tomarnos también con calma la vuelta a las obligaciones; es decir, la vuelta a casa.


Sobre el autor
Miguel Ángel Blázquez
Psicólogo del Equipo Clínico de Atam