Nuestra salud, y la capacidad de funcionar que tengamos, va a depender de diferentes factores. Algunos de ellos no está en nuestra mano modificarlos directamente, como el entorno. Por ejemplo, una gran ciudad puede ser amigable y tener zonas verdes y transporte público, que favorezcan el contacto con la naturaleza y las relaciones sociales, o no. O la biología, porque todos tenemos genéticas diferentes que en algunas cosas nos protegen y en otras nos suponen un factor de riesgo. Por eso es habitual que los médicos hagamos hincapié en los aspectos que sí que está en nuestra mano modular. Los que tienen que ver con los hábitos, con lo que hacemos cotidianamente (cómo dormimos y comemos, qué ejercicio hacemos…).
La influencia del entorno
Pero cada vez más datos epidemiológicos hacen pensar que la influencia del entorno en muchas de las patologías más habituales, es más relevante de lo que pensábamos.
En las últimas décadas la población cada vez tiende más a concentrarse en las ciudades. Se calcula que al menos 1/3 de los europeos que viven en áreas urbanas están expuestos a niveles de contaminación atmosférica superiores a los deseables. La mala calidad del aire se ha convertido en una de las principales causas evitables de enfermedad y muerte prematura en las grandes ciudades. En España se estima que mueren unas 25.000 personas al año por enfermedades pulmonares y cardiacas (unas 25 veces más que los accidentes de tráfico). Puede ser llamativo que se incluyan las enfermedades cardíacas en esta estadística, pero desde hace tiempo se han empezado a comparar datos de contaminación medioambiental con datos de ingresos por diferentes patologías y la asociación parece incuestionable. Según datos de la OMS, la contaminación atmosférica puede estar relacionada con el 25% de todas las muertes por cardiopatía isquémica.
Contaminación y enfermedad cardiovascular
En la base de esta comparación de datos estaba la curiosidad por responder a una pregunta: ¿por qué determinadas semanas o días ingresa más gente por infartos de corazón, por arritmias, o por insuficiencias cardiacas que otros días?. Que la contaminación afecte en el organismo a las puertas de entrada (pulmones), o se acumule en los órganos encargados de su eliminación (vejiga, hígado), es más fácil de entender que el hecho de que también afecte al sistema cardiovascular.
Los probables mecanismos por los que la contaminación produce enfermedad cardiovascular son los mismos que utilizan los factores de riesgo tradicionales (promoción de la aterosclerosis, inflamación, trombosis, fibrosis…). El problema es que esos mecanismos están en la base de muchas otras enfermedades y por tanto no solo influyen en la aparición de enfermedades de localización cardiaca. Según la Sociedad Española de Neurología, el 30% de los ictus que se producen cada año son atribuibles a la contaminación del aire, y la reducción de la polución ambiental es una medida a seguir para frenar el aumento de casos no solo de enfermedad cardiovascular sino también neurodegenerativa. Esto es así porque la afectación del sistema circulatorio incluye la afectación de la circulación cerebral, y por tanto se relaciona con el deterioro cognitivo y con la demencia. Un estudio recientemente publicado en el King’s College, establece que en Londres la contaminación atmosférica aumenta el uso de servicios sanitarios de salud mental, en especial en personas con demencia.
Las partículas de materia en suspensión son los productos contaminantes de mayor impacto medioambiental. Cuanto más pequeñas son, más capacidad para penetrar por la vía pulmonar, y peores efectos sobre la salud. Las más peligrosas, las PM2.5, están relacionadas con el tráfico rodado, la actividad industrial, los puertos y aeropuertos y en las viviendas, con la combustión en calderas y cocinas que utilizan carbón, madera, o petróleo.
Recomendaciones
La guía de la Sociedad Europea de Cardiología (2021) con recomendaciones para la prevención de la enfermedad cardiovascular refleja la necesidad de que los pacientes manejen información para modificar su comportamiento durante los picos de contaminación. Todas las guías preventivas promocionan la actividad física como forma de mejorar nuestra salud en general ( además se sabe que los beneficios del ejercicio son mayores si se realizan en zonas verdes). Pero a nivel individual, si eres una persona de riesgo con enfermedades pulmonares o cardiovasculares ya conocidas, habría que evitar hacer ejercicio al aire libre en los días de mayor riesgo. También puede ayudar la utilización de mascarillas o de ionizadores que mandan las partículas al suelo para no inhalarlas. En cualquier caso medidas menores, como poner una tirita a una hemorragia, para protegernos de la falta de políticas públicas mientras esperamos su implantación.
Sobre el autor
Dr. Juan Luis Aramburu
Médico de familia del Equipo Clínico de ATAM